Una copa de vino, el humo danzando alrededor de las cortinas y una vieja máquina de escribir era el panorama que acompañaba a Heinrich Karl Bukowski más conocido como el enigmático Charles Bukowski, en las largas noches que pasaba escribiendo en algún tugurio de la ciudad Norteamericana de Los Ángeles. Su crudeza al escribir da cuenta de la sensibilidad que, Hank como le decían sus amigos, tenía sobre la realidad de su momento. Poemas como “se amable”, cuentos del tipo de “Libertad” y novelas tan turbias como “La senda del perdedor” o “Factum” son la expresión del nihilismo al que a diario debía enfrentarse para sobrevivir en los días en que fue empleado de la oficina postal.
Bukowski nació en la pequeña localidad de Andernach, Alemania, en el año 1920 pero a la temprana edad de dos años, sus padres se mudaron a Baltimore, Estados Unidos, debido al impacto social que había dejado la primera guerra mundial en Europa. La mayoría de su vida Henry, como también le llamaban, la transcurrió en Los Ángeles. Su rebeldía era una característica inconfundible dentro de sus líneas. El Erotismo circundante en su poesía y sus cuentos atrapa al lector, quien atentamente es cómplice de lujuriosas pasiones que solo surgen de la pluma de un escritor como Charles Bukowski.
Aficionado a las carreras de caballos, todas las semanas Hank apostaba en el hipódromo, era una manera de divertirse pero también representaba un lugar con una amplia gama de historias, plasmadas detrás de cada uno de aquellos esperanzados apostadores. El licor siempre los acompañaba y no era extraño encontrarlo recitando uno de sus poemas en alguna librería estadounidense acompañado de un par de cervezas o una botella de whiskey.
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